Así fue el Teatro Arnau en los Años 70

Barcelona, década de 1970. La ciudad se movía a un ritmo nuevo, dejando atrás una época y asomándose con cautela y esperanza a otra. En la Avinguda del Paral·lel, la legendaria arteria del espectáculo barcelonés, el eco de las grandes noches de vodevil y revista aún resonaba, aunque las luces de neón ahora competían con la creciente sombra de la televisión y el cine. En medio de esta encrucijada, un teatro mantenía con orgullo su bandera de entretenimiento popular y cercano: el Teatre Arnau. Viajemos a aquellos años para redescubrir la vida de este emblemático espacio del Poble Sec, un testigo y protagonista de su tiempo.

El Espectáculo Continuaba: El Reino de la Revista y las Variedades El Arnau de los 70 no pretendía revolucionar la escena teatral, sino perfeccionar el arte de entretener a su público fiel. Sus tablas eran el vibrante escenario de la revista musical, ese género genuinamente barcelonés que combinaba números musicales pegadizos –desde el cuplé y el pasodoble hasta guiños a ritmos más modernos–, con sketches cómicos y deslumbrantes (aunque quizás ya no tan fastuosos como antaño) despliegues de vestuario. Las variedades eran la columna vertebral de su programación. Aunque la cartelera completa requeriría consultar archivos detallados, se sabe que por su escenario pasaron figuras clave del humor y la escena popular barcelonesa. Era el tipo de teatro donde el público podía disfrutar del talento cómico de artistas como Johnson, un habitual del Paral·lel, o del veterano actor cómico Luis Cuenca, figura indispensable en innumerables revistas musicales que recalaron en escenarios como el Arnau. Junto a ellos, intérpretes de copla y canción española ponían la nota emotiva, completando un cartel variado pensado para el disfrute popular.

Un Espejo Popular de Tiempos Cambiantes Los años 70 fueron una época de profunda transformación social y política en España. Aunque el Arnau no era un foro de debate intelectual, sí actuaba como un espejo popular de su tiempo. Las comedias de enredo, un pilar de su programación, probablemente reflejaban, a través del humor amable y las situaciones cotidianas, los pequeños cambios en las costumbres, las relaciones familiares o los choques generacionales que se vivían en la calle. Sin necesidad de grandes discursos, el ambiente general del país, esa mezcla de expectación, incertidumbre y ganas de vivir, seguramente se filtraba en la energía de los artistas y en la receptividad del público. El Arnau ofrecía una vía de escape, pero también, a su manera, conectaba con el pulso de una sociedad en movimiento.

El Calor del Barrio: Mucho Más que Ir al Teatro Ir al Arnau en los 70 era una experiencia que trascendía el mero hecho de ver un espectáculo. Para muchos vecinos del Poble Sec y el Raval, era casi un ritual, una extensión de su vida social. Imaginemos el bullicio en el pequeño vestíbulo antes de la función, los saludos entre conocidos, los comentarios sobre la actuación anterior. Dentro, la sala, quizás con el terciopelo de las butacas ya algo gastado y un aire que mezclaba el polvo acumulado con el perfume popular, ofrecía una calidez única. La arquitectura clásica de teatro a la italiana, con sus palcos y su ‘gallinero’, propiciaba una sensación de comunidad. La risa era colectiva, los aplausos sinceros para aquellas figuras del espectáculo popular que pisaban su escenario, y la conexión entre las tablas y la platea, directa y sin artificios. Era el teatro de la gente.

Navegando por un Paral·lel en Transición El Teatre Arnau no estaba solo en el Paral·lel de los 70, aunque la avenida ya no fuera el hervidero de teatros de variedades de sus años dorados. Coexistía con otros supervivientes del género, con salas de cine que ofrecían programas dobles, con bares y bodegas que completaban la oferta de ocio popular. La propia avenida estaba cambiando; mantenía su pulso vital, pero se percibía una transformación en el ambiente, en los negocios, en el tipo de público. El Arnau, aferrado a su fórmula, representaba la continuidad dentro de ese paisaje cambiante, un punto de referencia familiar en una Barcelona que se modernizaba a pasos agigantados.

La Pasión de Resistir: El Esfuerzo Detrás del Telón Mantener un teatro como el Arnau en funcionamiento durante los años 70 no era tarea fácil. La competencia del cine y, sobre todo, de una televisión que entraba ya en la mayoría de los hogares, hacía mella en la taquilla. Montar espectáculos de revista y variedades, con sus elencos, músicos y vestuarios, requería una inversión y un esfuerzo constantes. La supervivencia del Arnau en esa década es también la historia de la dedicación de empresarios, artistas (desde los más conocidos como los mencionados Luis Cuenca o Johnson, hasta los imprescindibles secundarios y coros) y técnicos que creían en ese tipo de teatro, y de la lealtad de un público que seguía acudiendo, buscando esa conexión especial que solo el Arnau parecía ofrecerle. Fue un ejercicio de resistencia cultural y popular.

Conclusión: Los años 70 dibujan al Teatre Arnau como un espacio vibrante y tenaz, un custodio del alma más popular y festiva del Paral·lel. Fue una década donde, a pesar de los vientos de cambio y las crecientes dificultades, continuó ofreciendo evasión, risas y música a su comunidad, actuando como un refugio entrañable y un punto de encuentro esencial para su barrio. Aunque sus puertas lleven años cerradas (y a fecha de abril de 2025, Barcelona sigue esperando ver concretada su largamente anunciada rehabilitación), la memoria del Arnau setentero, poblada por las risas provocadas por grandes cómicos y la emoción de la canción popular, perdura como símbolo de una forma de entender la cultura y el ocio que dejó una huella imborrable en la ciudad. Un legado de resistencia, alegría y autenticidad.


Fuente de la imagen: Blog BARCELONA MEMORY

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